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jueves, 14 de junio de 2012

CIENTO OCHENTA


Son los minutos que restan por jugarse esta temporada. Pero también son los grados del giro que deberá dar el plantel y cuerpo técnico de San Lorenzo en relación con el desempeño expuesto ayer ante Tigre.

Arranquemos con una verdad que esta gestión de gobierno no quiso ni quiere comprender: ante la realidad económica y las perspectivas deportivas, para el Ciclón está en juego mucho más que un descenso. (Si se hubiera tomado plena consciencia de ello, hoy no tendríamos este plantel pobre y desequilibrado. Y si al menos se tomase consciencia ahora -más vale tarde que nunca-, se defenderían en los escritorios los intereses azulgranas de otro modo).

Decimos que está en juego mucho más que un descenso, porque -por desgracia- 1982 no se va a repetir. En estado de "quiebra virtual", por usar palabras nacidas en el Oficialismo, San Lorenzo ya no está en condiciones de sufrir los perjuicios económicos que implicaría jugar en la "B" (desde los menores ingresos televisivos hasta los denigrantes contratos publicitarios que fueron firmados contemplando esta posibilidad). Tampoco se podrán ganar partidos desde la tribuna: las limitaciones de localidades y la imposibilidad de "sacar" de la cancha a un rival hoy son moneda corriente. Ni hablar del aspecto estrictamente deportivo, donde se vislumbra un panorama negro -seamos sinceros- como para regresar a Primera en sólo una temporada.

Con un grado infinitamente menor de responsabilidad, también el cuerpo técnico -que magia no puede hacer, lo sabemos- debe entender que no hay atenuantes suficientes como para que San Lorenzo se presente en Victoria con el único recurso de revolearla y esperar a que pasen los minutos, confiando ingenuamente en el azar y la mala puntería ajena, reservando en el banco de suplentes a jugadores que -en una pierna- no pueden faltar un sólo minuto, sobre todo si reciben la titularidad quienes ya demostraron con creces que no pueden hacerlo, y que a estas alturas Boedo no puede darse el lujo de desperdiciar una sola oportunidad más en ellos. ¿Y qué hay de las jugadas preparadas? Cuando los recursos son limitados, debe aguzarse el ingenio y redoblarse el trabajo semanal (con más herramientas y mejores valores, hoy Tigre volvió a las prácticas, mientras que los futbolistas del Ciclón tuvieron descanso). Mismo reproche puede hacerse en relación con el contagio anímico: era una final y no se jugó como tal.

En cuanto a los futbolistas, es poco lo que se puede agregar a lo ya dicho múltiples veces. Cuando escasean las aptitudes, debe sobrar la actitud. No es mucho pedir. Ante las adversidades, inclusive ante las fallas garrafales que no deberían cometerse nunca en estas instancias, debe aparecer el corazón. Y si no hay tanto corazón, al menos que haya razón, al menos seamos pillos para hacer echar a un rival o evitar una expulsión propia.

Restan dos partidos. Ciento ochenta minutos que definirán el futuro del Club. Demasiada responsabilidad en demasiado poco tiempo para un DT que llegó de última, a apagar este incendio, y para un equipo mal conformado desde el vamos, con referentes negativos, muchos pibes y pocas condiciones. Sin embargo, precisamente ante la crudeza de la realidad, el plantel debe ver esto de otro modo: tiene la gran oportunidad de sepultar de un tirón todo lo que hicieron mal hasta ahora y salvar a San Lorenzo dejando todo en tan sólo 180 minutos. Sepan que la gente de San Lorenzo es tan generosa que los reconocerá, inclusive, como si no fuera indigno entrar en este fango, como si hubieran obtenido un logro realmente meritorio.

Las matemáticas dirán que no es cierto. Pero la lógica de la probabilidad indica que, ganando los dos cotejos que faltan -algo que no es una utopía, ya que nosotros no somos precisamente el Barcelona, pero nuestros adversarios también distan muchísimo de serlo-, San Lorenzo debería zafar, por un pelito, del abismo.

Son 180 minutos para dar un giro de 180 grados y parecernos más al equipo aguerrido de la remontada ante Newell´s que al insulso y timorato que fue a Victoria "a ver qué pasa".

Fuente: De Boedo Vengo




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